Para oír la voz de Dios en la propia vida hay que tener un
corazón abierto a las sorpresas
El obispo de Roma, en la homilía, tomó como paradigma la
historia de Jonás, comentando la primera lectura (1, 1 - 2, 1.11): él “tenía
toda su vida bien organizada: servía al Señor, tal vez oraba mucho. Era un
profeta, era bueno, hacía el bien”. Como “no quería que se le molestara, con el
método de vida que había elegido, en el momento en que oyó la palabra de Dios
empezó a huir. Y huía de Dios”. Así, cuando “el Señor le envía a Nínive, él
toma la nave rumbo a España. Huía del Señor”.