Hoy día se pretende un cristianismo sin Iglesia, una fe en
Dios sin mediaciones
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Hoy estamos asistiendo al fenómeno de querer tener un
cristianismo sin Iglesia. En otras palabras, se pretende una fe en Dios sin
mediaciones, y un autodenominado seguimiento a Cristo, prescindiendo de la
estructura ministerial de la que el Señor dotó a la comunidad de sus
discípulos.
Para unos la Iglesia Católica aparece como la institución
del “no”, como un reducto del pasado que no se acomoda a los postulados de la
modernidad, como un gran colectivo que va contra el progreso. Para resaltar
esta caricatura se sobredimensionarán los pecados de los miembros de la
Iglesia, y se relegará a un segundo plano, desconocido por ocultado, la inmensa
vida de santidad, caridad y heroísmo que se da cada día en el más absoluto
anonimato. En cambio, otros tienen la impresión de que la Iglesia está a punto
de traicionar su especificidad, de venderse a la moda del tiempo y, de este
modo, sumirlos en la confusión: es la desilusión del amante traicionado.