Con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación, que nos
presenta «uno de los desafíos más serios para la humanidad: el de la trágica
condición en la que viven todavía millones de personas hambrientas y
malnutridas, entre ellas muchos niños», el Obispo de Roma envió un Mensaje al
Director General de la FAO. Destacando la gravedad del hambre «en un tiempo
como el nuestro, caracterizado por un progreso sin precedentes en diversos
campos de la ciencia y una posibilidad cada vez mayor de comunicación», el
Santo Padre subraya la importancia de aunar esfuerzos ante este problema que
interpela nuestra conciencia personal y social, para lograr una solución justa
y duradera:
Es un escándalo que todavía haya hambre y malnutrición en el
mundo. No se trata sólo de responder a las emergencias inmediatas, sino de
afrontar juntos, en todos los ámbitos, un problema que interpela nuestra
conciencia personal y social, para lograr una solución justa y duradera. Que
nadie se vea obligado a abandonar su tierra y su propio entorno cultural por la
falta de los medios esenciales de subsistencia. Paradójicamente, en un momento
en que la globalización permite conocer las situaciones de necesidad en el
mundo y multiplicar los intercambios y las relaciones humanas, parece crecer la
tendencia al individualismo y al encerrarse en sí mismos, lo que lleva a una
cierta actitud de indiferencia —a nivel personal, de las instituciones y de los
estados— respecto a quien muere de hambre o padece malnutrición, casi como si
se tratara de un hecho ineluctable. Pero el hambre y la desnutrición nunca
pueden ser consideradas un hecho normal al que hay que acostumbrarse, como si
formara parte del sistema.