Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo,
instituida por san Juan Pablo II, me dirijo a vosotros que lleváis el peso de
la enfermedad y de diferentes modos estáis unidos a la carne de Cristo
sufriente; así como también a vosotros, profesionales y voluntarios en el
ámbito sanitario.
El tema de este año nos invita a meditar una expresión del
Libro de Job: «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies» (29,15). Quisiera
hacerlo en la perspectiva de la sapientia cordis, la sabiduría del corazón.