11/7/13

D. JUSTO HACÍA HONOR A SU NOMBRE

Hoy, recién celebrada la Eucaristía por D. Justo, sus recuerdos se han paseado por mi cabeza y me han producido la serenidad que siempre me produjo su presencia.
Son entrañables las vivencias que conservo de él, como una más de sus feligresas, desde el cariño que teníamos a nuestro párroco.
La iglesia de San Miguel guarda una buena parte de mis prácticas religiosas de la infancia, en compañía de mis padres (se habrán vuelto a encontrar con su D. Justo del alma, por cierto). Bodas familiares, confirmaciones, visitas a casa, consejos acertados, ternura con los más débiles…En fin, un cúmulo de retazos de la vida de alguien que hacía honor a su nombre. La prudencia y el aplomo en sus palabras, en sus homilías tan sabrosas fueron siempre de gran ayuda entre los que tuvimos la suerte de conocerlo y quererlo.
Discretamente pedía colaboración para leer en misa cuando ya sus problemas de voz le suponían una limitación. Con él hemos acudido a ese desgaste y deterioro que conlleva la debilidad humana. Pero esto era por fuera. Y es que D. Justo, hasta en su última etapa, ofrecía sonrisas y mostraba, con palabras balbucientes, su agradecimiento a quienes le cuidaban. Sin duda era la aceptación de la voluntad de Dios y un punto de reflexión para todos. Fue muy conocido en la diócesis de Segovia, con cargos importantes, pero el más de todos ellos es que fue un buen hombre y un buen sacerdote.

Por eso damos gracias a Dios y sabemos que no se va a olvidar D. Justo, desde el cielo, de todos nosotros.