1/3/16

La Humanae Vitae de Pablo VI. Esencia de un documento profético

Significado y consecuencias de la encíclica Humanae Vitae en su 40 aniversario              

“La mañana del 25 de julio de 1968–recordaría años más tarde el Cardenal Casaroli, entonces Secretario de Estado–, Pablo VI celebró la Misa del Espíritu Santo, pidió luz de lo Alto... y firmó: firmó su firma más difícil, una de sus firmas más gloriosas. Firmó su propia pasión”.(1) 
Se trataba de la Carta Encíclica Humanae Vitae, sobre la regulación de la natalidad; terminaba de esa manera un largo trabajo comenzado en 1963 por Juan XXIII, al constituir una “Comisión para el estudio de problemas de población, familia y natalidad”. 

Pablo VI, al sucederle en el Pontificado, asumió el reto lanzado por su predecesor, sabiendo desde el principio que ésta sería una de las cruces más pesadas que le tocaría llevar. En efecto, ya en tiempos de Juan XXIII, al tiempo de constituir la comisión de estudio, un grupo de moralistas había comenzado una intensa campaña a favor de la contracepción (2), que se agudizó con la indiscreta publicación del informe “secreto” escrito para uso del Papa por la referida comisión.