Hoy nos podemos comunicar a cualquier lado, pero falta el
diálogo
En días recientes, estábamos en asamblea plenaria episcopal,
tratando asuntos de importancia. Sin embargo, varios de mis hermanos estaban
atentos a sus celulares (móviles), recibiendo y contestando mensajes que les
llegaban, dividida su mente y disperso su corazón. Por una parte, estaban
presentes en la discusión de cuestiones a resolver; por otra, pendientes de
problemas que no podían dejar de resolver en sus diócesis, o quizá sólo
entretenidos en tantos mensajes que llegan por estos medios, muchos de ellos
sin trascendencia, pero que distraen y entretienen.