El deseo de definir al ser humano solamente por el ADN resulta insuficiente y reductivo.
Gracias al ADN se pueden predecir enfermedades, escoger
mejor los transplantes de órganos o tejidos, preparar medicinas
“personalizadas”. A la vez, se puede identificar a personas en situaciones
delicadas, como es el caso del reconocimiento de cadáveres o para individuar a
posibles delincuentes.