El encuentro con pobres y presos fue uno de los momentos más
intensos de la visita del Papa a Cerdeña. «Las obras de caridad con caridad, con
ternura, y siempre con humildad! ¿Saben?», dijo Francisco. «¡A veces también se
encuentra la arrogancia en el servicio a los pobres! Algunos se hacen lindos,
se llenan la boca con los pobres; algunos instrumentalizan a los pobres por
intereses personales o del propio grupo» y esto es «¡un pecado grave!»,
denunció. «¡Sería mejor que estas personas se quedaran en casa!». Éstas fueron
sus palabras:
Queridos hermanos y hermanas,
Gracias a todos por estar aquí, hoy. En sus rostros veo
fatiga, pero también veo esperanza. Siéntanse amados por el Señor, y también
por tantas personas buenas, que con sus oraciones y con sus obras, ayudan a
aliviar los sufrimientos del prójimo. Yo me siento en casa aquí. Y espero que
también ustedes se sientan en casa en esta catedral: como se dice en América
Latina, esta casa es su casa. Es su casa.
Aquí sentimos en modo fuerte y concreto que somos todos
hermanos. Aquí el único Padre es nuestro Padre celeste, y el único Maestro es
Jesucristo. Entonces la primera cosa que querría compartir con ustedes es
justamente esta alegría de tener a Jesús como Maestro, como modelo de vida.
¡Mirémoslo a Él! Esto nos da tanta fuerza, tanto consuelo en nuestras
fragilidades, en nuestras miserias y en nuestras dificultades. Todos nosotros
tenemos dificultades, todos. Todos los que estamos aquí tenemos dificultades.
Todos los que estamos aquí, todos, tenemos miserias. Y todos tenemos
fragilidad. Ninguno aquí es mejor que el otro, todos somos iguales ante el
Padre. Todos.
