En la celebración de la ordenación de un obispo, la Iglesia
congregada, tras invocar al Espíritu Santo, pide que sea ordenado el candidato
presentado. Quien preside pregunta entonces: «¿Tenéis el mandato?». En esta
pregunta resuena el eco de lo que hizo el Señor: «Llamó a los Doce y los fue
enviando de dos en dos…» (Mc 6, 7). En el fondo, la pregunta podría expresarse
también así: «¿Estáis seguros de que su nombre ha sido pronunciado por el
Señor? ¿Estáis seguros de que ha sido el Señor quien lo ha incluido entre los
llamados a estar con él de manera singular y para encomendarle una misión que no
es suya, sino que el Padre ha confiado al Señor?».
1. Lo esencial en la misión de la Congregación de Obispos
Esta Congregación existe para ayudar a escribir este
mandato, que seguidamente resonará en tantas Iglesias y llevará alegría y
esperanza al Pueblo santo de Dios. Esta Congregación existe para asegurarse de
que el nombre de quien es elegido haya sido
pronunciado antes por el Señor. Esta es la gran misión encomendada a la
Congregación para los Obispos, su cometido más importante: identificar a aquellos
a los que el Espíritu Santo mismo confía la dirección de su Iglesia.