El que te sientas muy
enamorado y creas que ya encontraste a la persona de tus sueños no significa
del todo que estás listo. Falta una parte muy importante para considerar: tus propias habilidades y destrezas para convertirte en
esposo o esposa.
Es decir, aunque
todos nacimos para el amor, no siempre estamos listos para darlo y recibirlo.
Esto es
particularmente cierto cuando se trata del amor matrimonial pues lo
característico de este amor es que renunciamos a pensar y actuar
como individuos o solteros para decidirnos por construir un “nosotros”, es decir, una comunión de vida o comunidad.
Dicha comunidad la
comenzamos con la decisión y promesa de entregarnos totalmente. Pero es en el
diario vivir donde esta entrega se pone en práctica y se convierte en la base
de la cual nacen la armonía, la comprensión y la unidad que constituyen la
comunión de vida matrimonial.