16/1/15

La conversión a la novedad del Evangelio implica un encuentro diario con el Señor en la oración, dijo Francisco al clero filipino

“Cada uno de nosotros, en la diversidad de nuestras vocaciones, está llamado de alguna manera a ser el amor en el corazón de la Iglesia”, explicó el Obispo de Roma en la Catedral de Manila dedicada a Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción. 
En la octava versión de un templo construido en 1581 con bambú y hojas de palma y devastado repetidamente por tifones, incendios, terremotos y bombardeos, el Obispo de Roma dijo que “como embajadores de Cristo, nosotros, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, debemos ser los primeros en acoger en nuestros corazones su gracia reconciliadora”, y agregó que “san Pablo explica con claridad lo que esto significa: rechazar perspectivas mundanas y ver todas las cosas de nuevo a la luz de Cristo; ser los primeros en examinar nuestras conciencias, reconocer nuestras faltas y pecados, y recorrer el camino de una conversión constante. ¿Cómo podemos proclamar a los demás la novedad y el poder liberador de la Cruz –dijo-, si nosotros mismos no dejamos que la Palabra de Dios sacuda nuestra complacencia, nuestro miedo al cambio, nuestros pequeños compromisos con los modos de este mundo, nuestra «mundanidad espiritual» (cf. Evangelii Gaudium, 93)?