Hoy, como culmen de la celebración de los misterios
pascuales, celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. Es día de
profesar la fe en el Dios revelado. “Reconoce, pues, hoy y medita en tu
corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo
en la tierra; no hay otro” (Dt 4,39).
No creemos en un Dios lejano, abstracto, proyección de
nuestra necesidad religiosa. Hemos recibido el Espíritu, que nos relaciona con
un Dios personal, entrañable, amigo, hermano. “Ese Espíritu y nuestro espíritu
dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también
herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rom 8,17).