19/8/13

Recibe un riñón de su joven párroco, quien aprovecha para recordar la doctrina del sacrificio


La población de Tappahannock (Virginia, Estados Unidos) está en torno a los dos mil habitantes, así que la posibilidad de que el riñón de una persona del pueblo sea compatible con otra es bastante pequeña.

De hecho, a Bruce McComb, de 60 años, necesitado de un trasplante para salvar su vida, le habían implantado en 2002 uno de su mujer, pero la sepsis provocada hizo fracasar la operación. Se jubiló con 54 años a causa de su problema renal, y llevaba tres años y medio con diálisis cuando apareció en escena el joven párroco de la iglesia de San Timoteo, Jonathan Goertz, de 31 años, ordenado en 2010. Su párroco.

Feliz casualidad... o la Providencia
Don Jonathan quería ser donante y contactó con la organización nacional que centraliza los trasplantes, y en marzo le hicieron las pruebas en Richmond, capital del estado. "Una vez que le pongamos en el sistema, hay cien mil personas en lista de espera y habrá que ver con quién es compatible", le dijeron.

Goertz sabía de la necesidad de McComb: "Cuando me encuentro con alguien que tiene una necesidad (física, espiritual o emocional) siempre me pregunto si soy yo la persona que puede responder a ella", explica el sacerdote a The Catholic Virginian.