No había pasado ni un mes desde que el sacerdote Aníbal
Gómez, nacido en León y con fuerte vinculación con Asturias, se había despedido
de sus parientes y vecinos de Polvoredo, un pueblo de 50 habitantes cercano a
Tarna, y de sus hermanos, que viven en Gijón, con la promesa de volver.
Ya no podrá cumplirla. El religioso, que regresaba a Panamá,
donde llevaba veinte años, fue brutalmente asesinado el pasado miércoles, tras
ser apaleado y cosido a navajazos en la residencia del obispo emérito de Colón
y Guna Yala, el pamplonés Carlos María Oriz, fraile claretiano de 84 años, del
que era asistente y con el que colaboraba desde su llegada al país
centroamericano.
Hijo de labradores, misionero paulino
La Policía baraja el robo como móvil del crimen.
"Cuando me lo dijeron no podía creerlo. Aníbal era un buen hombre",
aseguraba ayer Natividad García, prima segunda del sacerdote, propietaria de la
tienda bar de Polvoredo, que lo conoció de niño.
"Sus padres eran labradores, y fuimos vecinos. Nunca
piensas que algo así te puede tocar tan de cerca", añadía en declaraciones
a LA NUEVA ESPAÑA.
El dolor era aún más intenso para Tomás y Amparo Gómez del
Blanco, los hermanos del sacerdote.
La mujer respondía ayer entre lágrimas y optó por no
realizar demasiados comentarios en un momento "muy triste". María
Rosa Álvarez, que fue cuñada de otro hermano ya fallecido, también lamentaba
ayer la muerte del religioso, muy querido en su pueblo natal.